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martes, 17 de enero de 2017

El Imperio contraataca: paralelismos entre Roma y Star Wars (parte II)

   Estoy abrumada con el número de visitas de la primera parte de este artículo, con unas 8500 en tan sólo una semana. Para algunos, quizás sea poco. Yo me he quedado sorprendida. Sorprendida y agradecida.

   Dicho esto, y en este martes heleado y soleado, continuamos con este artículo. Nos habían quedado unas cuantas ideas en el tintero en la primera parte.
Terminamos en el momento en el que Palpatine alcanzaba la púrpura imperial, relacionándolo con el ascenso de Augusto. 

Más allá de la eternidad

   Desde ese momento, llaman la atención las palabras de Palpatine. Durante el discurso en el que proclama el Imperio, el hasta entonces canciller asegura que éste durará “más de diez mil años”[i]. Esta idea de pervivencia, claramente parece remitir al concepto romano de aeternitas que luego recogerá el III Reich.


   Roma aspiraba a la eternidad. Pero esta palabra no significaba para ellos lo mismo que para nosotros. 
   Recuerdo muy bien algunas de mis clases de Historia de Roma impartidas por un emérito catedrático al que, espero, la tierra le sea leve. Recuerdo como, entre las volutas del humo de sus puritos, ampliaba mi visión sobre Roma. Se detenía en conceptos en lugar de recapitular hechos, rompiendo con lo que yo creía y acrecentando mi admiración por aquella cultura. .
   Aeternus, pues,  proviene de la palabra aetas que significa “era”, “edad’, como cuando decimos “era de la información” o ‘Edad Moderna’. Aeternus  se asimila a “lo que pertenece a una edad”. En su propia visión de las edades de la humanidad, los romanos creían que a Roma le tocaba su propia edad, mil años según la profecía etrusca. Para cumplir adecuadamente con esa profecía, Roma no podía entrar en decadencia ni ser destruida. Roma debía pervivir y todo ello significó un gran programa de estabilidad. Roma duraría mil años, Roma sería eterna.
   Pero centrándonos de nuevo en la idea de Palpatine, se entiende por su discurso, que pretende inaugurar una nueva era. Una nueva edad, ampliando el tiempo de la República y sus 1000 años, para superar las barreras de la eternidad. De hecho, apela a la necesidad de estabilidad a lo largo de ese mismo discurso: “A fin de poder garantizar la seguridad y mantener la estabilidad, la República, de forma inmediata, se convierte en el primer Imperio galáctico”.

La guardia pretoriana y la guardia imperial

   Una vez en el poder, Palpatine se rodea de una guardia imperial.




  Esta guardia del emperador, de nuevo, nos remite a Roma y a la guardia pretoriana que fue formalmente creada por su primer emperador, Augusto (ya desde los tiempos de Escipión algunos líderes militares de importancia tenían a una guardia personal) y que, con el pasar de los años acabará tomando una enorme importancia en el devenir de la Historia del Imperio romano, ayudando a alzar o hacer caer emperadores.

El borde exterior, el limes y los reinos clientes

   El Imperio de Star Wars se extiende hasta los límites de la Galaxia y fuera de estos límites la vida se vuelve más salvaje. Hablábamos en el anterior artículo de las dificultades que experimentan ambas repúblicas en mantener estas fronteras y ahí, de nuevo, podríamos hacer otro símil, el de los limes o fronteras de Roma.

   Así mismo, dentro de estos límites, encontramos en el Imperio galáctico, reyes fácticos que conviven con el poder imperial. Es el caso de Jabba el Hutt cuyo ejemplo recuerda el de los reinos clientes de Roma. Estos reinos clientelares llegaron a ser importantes a la hora de entender el entramado defensivo del Imperio. Los soberanos de los estados clientes eran oficialmente designados por el Senado como “reyes amigos y aliados del pueblo romano”. En ese momento ―si no la poseían ya― recibían la ciudadanía romana. Sus reinos no eran independientes pero sí autónomos, convirtiéndose, de hecho, en estados vasallos o protectorados romanos.



   Volviendo a Jabba el Hutt, llama la atención las características de su corte, de tipo oriental. Cantantes, esclavos, vinos, comida a raudales, rodean una corte exuberante en la que la vida es diversión y en la que, incluso, encontramos ejecuciones convertidas en espectáculo a manos de criaturas salvajes.

Un nuevo paralelismo salta a la vista… Pero de éste y otros temas trataremos en la última entrega de esta serie de posts en la que hablaremos sobre todo, del ocio en ambos mundos.


Fotografías procedentes de: 



[i] http://es.starwars.wikia.com/wiki/Imperio_Gal%C3%A1ctico

lunes, 9 de enero de 2017

El Imperio contraataca: paralelismos entre Roma y Star Wars (parte I)

Estos días, tras la muerte de Carrie Fisher ―a la que la tierra le sea leve― a mi marido y a mi, se nos dio por volver a ver las películas de Star Wars. Mientras las escenas de las precuelas ―episodios I, II y III― volvían a sucederse ante mis ojos, y pasados los ya habituales momentos de indignación, por aquello de los “midiclorianos”, los problemas de continuidad con la saga original o el tedio que provoca Jar Jar Binks, recordé aquello que se me ocurrió, hace muchos, muchos años, en una tierra no tan lejana. Siendo aún estudiante, vi el estreno de aquellas nuevas películas y relacioné lo visionado, con mis clases de Historia de Roma.

Es verdad que probablemente Star Wars beba de muchas mas historias y pueda recordar a muchas otras. Samurais, templarios, Nazis y resistentes son algunas referencias que acuden a nuestras mentes con facilidad, cuando pensamos en los jedis, o vemos los uniformes de los imperiales.

Sin embargo, sea por deformación “profesional” o lo que fuere, cuando veo estas películas, especialmente las precuelas, no puedo evitar pensar en el final de la República romana y el principio del Imperio. Quizás el paralelismo sea muy obvio, pues es parte de la trama principal de estas películas, pero me parece mucho más profundo.

Ya, desde el inicio del episodio I, la situación de crisis de la República parece clara. “La República Galáctica está sumida en el caos” dicen los títulos iniciales. La Federación de comercio impone un bloqueo sobre Naboo ―un territorio situado en la periferia de la Galaxia― sin que la República sea capaz de gestionarlo, ya que el Senado “debate interminablemente”, sin llegar a actuar de forma diligente. A la República galáctica, corrompida en casi todos sus estamentos, le cuesta mantener el orden, sobre todo en el Borde exterior, unos territorios a menudo más salvajes y bárbaros. Frente a las dificultades se eleva la figura de un hombre que, poco a poco, acaba acumulando poderes delegados por el propio Senado para acabar erigiéndose, como salvador de la República y convertido Emperador.




El paralelismo, a grandes rasgos ―siempre estamos hablando a grandes rasgos― parece claro. Roma también debía enfrentarse a algunos focos de resistencia como los Partos en Oriente o los Piratas, con unas amplias fronteras rodeadas de territorios salvajes. Sus instituciones estaban corrompidas hasta los cimientos y se vio sumida en una importante Guerra civil ―aquí los motivos distan bastante entre Roma y la República galáctica― de la que salió a flote con la elevación de un hombre que, poco a poco, sea por causa o consecuencia, fue acaparando poderes.

Todo esto está muy simplificado, obviamente. En Palpatine podemos ver a Sila, Pompeyo, Julio César o Augusto.

Siempre me pareció llamativo lo que descubrí, al escribir estas líneas, se llamaba  el “Estatuto 312B” . En esa escena del episodio II, ante la situación de Guerra y gran inestabilidad, el Canciller Palpatine logra  ganar la votación y con ello, acumular poderes y prerrogativas. Es imposible no recordar a la magistratura de la dictadura tras ver esa escena. Era una magistratura extraordinaria prevista en el orden constitucional, que se planteaba en momentos graves (guerras o disturbios). Entonces, uno de los cónsules nombraba un dictador con poderes extraordinarios para salvar la dificultad. No podía legislar y su duración era breve (seis meses, pudiendo renunciar antes). Se trataba, por lo tanto, de una suspensión del orden republicano para su propia protección. Algunos hombres fuertes como Sila o Julio César hicieron uso y abuso de esta institución.

En el caso de Julio César, es de sobra conocida la forma en la que aconteció su asesinato, a manos de algunos autoproclamados defensores de la República. De un mismo modo, Palpatine es víctima de un intento de asesinato por parte de los Jedis que pasan por encima del orden constitucional: “Tiene el control del Senado y de los Tribunales, es demasiado peligroso para dejarle vivir” le dice Windu a Anakin.

Bien es cierto que que Palpatine resulta ser un Sith y Julio César, no (aunque algunos probablemente lo vieran como tal). Palpatine sobrevive y Julio César muere, dando, con ello, el pistoletazo de salida para una nueva Guerra Civil en la que se impondrá Augusto, el primer emperador.

 El Senado de Roma le otorgará el título de emperador a Octavio Augusto (un título que tiene connotaciones diferentes en Roma), mientras Palpatine, nos devuelve el paralelismo regurgitado por Hollywood, en un pleno del Senado, en el que proclama “la nueva República galáctica Imperial” de la que se declara emperador. Al finalizar, se escucha una de las mejores frases de la Saga en boca de Padmé: “Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso”.

Continuará…


Fotografía procedente de: http://www.starwars.com/databank/galactic-senate

lunes, 2 de enero de 2017

De Jano y del año nuevo

Hoy es lunes y ha empezado un nuevo año. Año nuevo y vida nueva. Demos la bienvenida a este 2017, tras un 2016 que acabó tomando tintes de asesino en serie. Con la vista puesta en el año que se inicia es el momento de recordar el año que acaba de terminar. El año del BREXIT, atentados yihadistas, de la elección de... Donald Trump, de un sin fin de elecciones en España, de la baja laboral de... ¡Jordi Hurtado!, de la muertes de políticos, estrellas del pop, futbolistas convertidos en teólogos del balompié, escritores o de una princesa a la que no le llegó el tiempo, procedente de una galaxia muy lejana. 

   Y por fin acabó el año. El apocalipsis zombie no se ha desatado, ni se han retrasado las profecías mayas del 2012 para, a pesar de las perspectivas creadas, desatarse al final de 2016. Las campanadas volvieron a doblar sobre la puerta del sol (¡sin el hombre de la capa!) , el año nuevo ha llegado, y pasados unos días, se acabó el recuerdo. Volvemos al frenesí de lo cotidiano y al presente inmediato. 

Entonces, me veo tecleando frente a mi ordenador y mi mente vuelve a volar y relacionar mis pensamientos con Roma. Al fin y al cabo, todos los caminos vuelven a la ciudad prometida a Eneas. Es el principio y el final, una alfa y una omega. 

Al igual que el dios Jano, al que estaba dedicado este mes, como si tuviéramos dos rostros, uno joven mirando con esperanza hacia el futuro y otro anciano, con la vista puesta en el pasado, hemos vivido estos días de transición. Es una imagen evocadora, poderosa, no exenta de mística. A diferencia del dios de las dos caras, no necesitamos de ningún Saturno exiliado del Olimpo para hacernos con ese don, basta, en realidad, con atesorar y evocar a la memoria y a la esperanza. 



   Parece fácil conjugarlas, pero quizás no lo sea tanto. Como decía Gieco, en su, valga la redundancia, memorable canción: "Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la Historia".

   No es fácil mirar al rostro de la Historia o de nuestras historias, enfrentarse a heridas que se creen cerradas.Todos, creo, deberíamos tener algo de Jano en nosotros, tanto como individuos, al igual que como sociedad. Todos deberíamos saber mirar al pasado y también al futuro con esperanza.

 Parece mentira, pero yo pido más fines de años. ¡Sí! ¡Quiero más uvas y cotillones! ¡Dadme más cenas familiares!, si con todo esto, fomentamos a nuestro Jano interior. La introspectiva, la perspectiva, la retrospectiva... y todo lo que termina en IVA (bueno, ese es relativo), en un mundo que vive en clave de un presente que se queda obsoleto al tocar la pantalla del smartphone para leer la siguiente noticia. 

  Ahora que está terminando el empacho de dulces navideños y que los turrones y mazapanes se están agotando, seamos una vez más Janos, miremos al futuro, con la vista puesta en el pasado. Recordemos las palabras de Ovidio, en sus Fastos, en una conversación ficticia con el hoy mentado dios romano:


"-¿Qué anhelan los regalos, dátiles, higos secos, 
miel que destella en tarros blancos como la nieve?
-Son presagios que buscan que ese sabor perdure 
y que el año que empieza transcurra con dulzura."

   Que el nuevo año transcurra con dulzura. Feliz 2017.







lunes, 20 de junio de 2016

Bolboreta: El final

Hola a todos. En este lunes soleado y caluroso, que preludia el próximo verano, vuelve Bolboreta. Como anuncia el nombre de esta entrada, llegamos, con este capítulo, al final de la historia. Es un capítulo que puede leerse como un relato en si mismo, sin haber leído nada anterior.
Si os gusta, podéis probar a leer el resto de esta historia que empezaba aquí. Si simplemente queréis refrescar lo último, aquí lo habíamos dejado. 
Con todo, no os extrañéis ante la falta de publicación,en las próximas tres semanas, ya os contaré en la siguiente entrada.
Os dejo con el final de esta historia a la que tengo especial cariño.

Bolboreta: El final



   —¿A dónde me llevan? —pregunta. Pero no hay respuestas, sólo el transitorio silencio resquebrajado por el zumbar del motor del auto.
   Los minutos se escurren lánguidos, parsimoniosos y torpes. A través de la ventanilla del coche en movimiento, las sinuosidades de los montes se entremezclan con el cielo, las hojas de las arboledas con las volátiles nubes, las praderas se funden con el asfalto y éste con la tierra. Los pueblos se suceden, los paisajes cambian pero se repiten y los kilómetros se agotan.
   —Ya estamos muy lejos, Miguel —le señala el conductor al otro guardia civil que, tras pensárselo unos segundos, asiente.
   El rumor del automóvil se detiene. Están en medio de ninguna parte, a más de cien kilómetros de su punto de partida. Cerca de la línea del horizonte se adivina un pueblo. Juana, inquieta, gira su alianza sobre su dedo anular.
   —Baja —ordena el que acababa de hablar con su compañero a la bibliotecaria, acompañando sus palabras con un tímido gesto de la cabeza.
  —¿Por qué? —pregunta Juana angustiada.
  —Ha dicho que bajes o ¿es que las chicas estudiadas como tú no quieren entender cuando les hablan? —barrunta Miguel, el segundo de los guardias civiles.
Nervioso, la toma por el cuello de su vestido para atraerla hacia fuera del vehículo, retorciéndole el brazo y manteniéndola inmovilizada.
   —No quieres entender una orden porque estabas acostumbrada a mandar sobre el calzonazos de tu marido, el «señor Capdevielle» —continua con sorna—. Le pedías que armara a la gente, que tomara rehenes entre los nuestros para que se mantuvieran tranquilos, ¿eh, zorra?
   Juana tiene miedo. Arma unas frases a modo de protesta que, en el fondo, sabe inservibles.
   —Está preñada, Miguel —objeta el otro guardia civil—. Podríamos dejar que se vaya lejos… Podrías irte a Portugal —le dice a la mujer.
  Ella asiente apresuradamente. Cuando en lo más oscuro de la iluminada cárcel había escrito que ya no quería vivir, era porque no había mirado a la muerte de frente. Y la Parca no lleva una guadaña. Tiene una pistola y viste de verde.
   —Qué pesado eres, coño. Ya lo hemos hablado… ¿Y dejar que crie a otro canijo rojo? ¿Ella no quería ser como un hombre, manganeando a todo Dios? Pues que muera como un hombre, cojones —bufa Miguel—. Y déjate de lloriqueos que parece que ella lleva mejor los pantalones que tú —rebate a su compañero para luego fijar su mirada sobre Juana.
   El tiempo se agota, interminable, mientras las pupilas de Miguel se dilatan observando lascivo a su presa.
   —Yo me la tiraría. Es un desperdicio no hacerlo. Mi mujer no me dejaba cuando estaba preñada. Siempre quise hacerlo con una embarazada. ¿Le meterás el pito en el ojo al niño? — pregunta riéndose.
   —¡Ah! Déjate de tonterías —interrumpe el otro guardia civil cansado—. La iban a deportar y a ti y a Morais se os metió entre ceja y ceja pegarle un tiro. Morais tiene muchas ideas pero luego se queda en el cuartel… Y a mí siempre me toca apechugar y hacer el idiota. Si quieres matarla, termina ya, que no quiero saber nada de esto.
   Las frases se filtran por el oído de Juana para restallar contra su tímpano. Por primera vez en su vida, no encuentra las palabras adecuadas. Llora. No es autocompasión, es cólera. La rabia porque su mundo tiene que acabarse. La ira por haberlo perdido todo tan velozmente, por un hijo que jamás respirará; furia porque la piedra la aplaste antes mismo de llevarla hacia la cumbre.
   Miguel la empuja con desdén. Juana tropieza y se levanta, mirando a aquel hombre que no la conoce, sin entender el por qué de tanto odio. Quiere correr, huir de ese lugar, pero el tiempo se acaba.
   El primer disparo es súbito y fugaz, insospechado y preciso, un impacto contra su abdomen. Su cuerpo se eleva sutilmente y, luego, cae sobre la cuneta de la carretera, trémulo.
   La consciencia de Juana se debate frente a un tenue velo intangible. Mira hacia su mano teñida de rojo. «Recuerdos… Al final todo se resume a eso», rememora. Trata, en vano, de taponar el hueco sangriento de su vientre que alojaba vida. Su boca se entreabre. Las palabras se arrastran:
   —Bolboreta de alitas doradas… que te posas en la cuna vacía…
   Miguel vuelve a disparar. Juana siente como la muerte se filtra por su piel. El vacío es aterrador. El dolor la ciega. Detrás de aquel velo incorpóreo, percibe un abismo helado y una mariposa arrastrada por el vendaval que cae en picado, mientras el aire le arranca sus níveas alas.
El verbo se apaga. El silencio quiere imponerse, victorioso en la muerte, pero Juanita, que aún lucha por su consciencia, sigue susurrando:
   —Pues por él me preguntas, ya sabes, ¿qué fue de mi niño? Oh, bolboreta… libre, donairosa, galante…seductora…
   Un tercer disparo rasga el aire y atraviesa la carne de Juana. Una gaviota, extraviada, bate sus alas, pues no reconoce su hogar. Miguel, a grandes zancadas, se acerca a ella. Sin pensárselo, remata su faena con un último tiro. La boca de Juana está entreabierta, encadenada a la última sílaba pronunciada, la carne agujereada y la mirada hueca. Su silencio es infinito. Ya no puede pensar. 

lunes, 6 de junio de 2016

Un hombre sin nombre

Hoy es un lunes con un sol que brilló tras escapar de unas nubes, cuyo gris quedó atrapado en las gotas de lluvia. Un lunes para una poesía y el recuerdo de excavaciones arqueológicas recientes.


Un hombre sin nombre



Hubo vuelos fallidos, sobre barros dormidos.
Lloran sin palabras, los huesos hallados,
por ánimas enredadas,
en telarañas apócrifas.

Ni repican las campanas.
Ni humean velas disipadas,
por el sudor enterrado,
y el verbo en el lodo oxidado.

Entonces yo excavaré.
Con mis manos arañaré
la tierra que el silencio ahogó.
Vician el aire las cenizas sin voz.

Veo huesos batidos, de tumbas removidas,
en una escombrera, hoy numerada
que bajo la piedra fue olvidada,
con un hombre sin nombre.