«Plac, plac, plac» Siempre me gustó regodearme con el sonido
de la lluvia desde el abrigo de mi cama en las mañanas invernales. Acercar la
manta a la cara y seguir cerrando los ojos mientras escucho con deleite como
las gotas se abaten contra la persiana mojando a los pocos agraciados que ya
están en la calle.
Ese regodeo es llamativo por su egoísmo pues no se
solidariza en absoluto con los incautos que sufren los efectos adversos de la
lluvia. A saber: ropa húmeda, tráfico duplicado, pelo encrespado y… para el fumador, pitillo
mojado. Si además trabajas al aire
libro, resulta de lo más agradable tratar de escribir sobre un papel que se
deshace, tener una reunión bajo un paraguas o descubrir que con un impermeable
acabas mojándote por dentro (maldito
sudor) y por fuera porque todo en esta
vida tiene un límite.
Definitivamente, los días de lluvia son insípidamente molestos.
Por algo es que se le llama, «mal tiempo»
a la lluvia…. Claro que sin la lluvia no existiría siquiera la vida pero
partiendo de la base de lo desagradable de la sensación de estar calado hasta
los huesos, la relación causa efecto «lluvia/vida» se convierte en una
menudencia.
Y es que la vida está llena de menudencias que luego
resultan trascendentes. De seguro (de haber
existido), Jesús no se planteó la importancia del día en que resucitó. Pero lo cierto, es que sin este hecho, los
lunes no serían el primer día de la semana.
Sin esta circunstancia, Garfield se pasaría la vida diciendo que odia
los domingos y nosotros no iniciaríamos nuestro periplo laboral semanal en ese
día concreto. Los lunes son denostados, odiados y vilipendiados como un miembro
del club de matemáticas en un instituto americano.
Y ahora pongámonos en materia. Si se da una, terrible pero
bastante común, conjunción planetaria que
aúna una mañana lluviosa con un lunes, cualquier ápice de buen humor mañanero
se esfuma al instante. No hay lunes peor que … un lunes a la lluvia.
Felicidades por tu blog Sandra. Ya nos iremos leyendo.
ResponderEliminarMuchas gracias Hagakure, nos iremos leyendo por aquí y por Hislibris ;)
EliminarHola, Sandra. Cuando me tocaba ir al curro en un día lluvioso, e igual cuando tocaba trabajar con lluvia a la intemperie, siempre les decía a los compañeros: "a mal tiempo, buena cara". Además creo que lo peor del tiempo es el viento (eso sí me cuesta soportarlo, y además me cansa bastante si estoy bastante tiempo expuesto). Prefiero más que el dios de la lluvia llore, a que el dios del viento estordune.
ResponderEliminarY desde luego que el impermeable es odioso, y no solo porque además también te mojas por dentro (por el sudor que no transpira), sino además por ser prenda incómoda en la acción de los movimientos con lo cual pocas cosas se hacen bien con un impermeable encima puesto. Claro que en invierno no se suda tanto y es más soportable, pero en verano incluso lo mejor es trabajar con traje de baño. En una ocasión se sucedieron 2 semanas que llovía a diario, y las obras no podían estar paradas, y prácticamente trabajaba en traje de baño (suerte que era verano),.....pero eso sí: cuando volvió el buen tiempo, me pilló una buena gripe inesperada, que como puedes ver: con mal tiempo parece que el cuerpo aguanta bien, pero cuando el tiempo es bueno sin esperarlo enfermas y no comprendes por qué.
¿ Son malos los lunes, por lunes, y buenos los viernes por "morunos"?. En la construcción, cuando tienes que ir a diario, ni te planteas si los días son buenos o malos, pues estás acostumbrado a todo y templado a todo, teniendo en cuenta que cada día es una tarea diferente con un reto diferente a dar forma. Para mí el lunes era el mejor día por ser el día más descansado, gracias a las pilas que se cargaban el domingo; y el viernes un día simpático, sencillamente por ser viernes, preludio de fin de semana, de la escapada, del tan esperado relax. Los martes el peor por quedar bastante semana, y el jueves no tan malo por quedar poco para el viernes. Creo, pues, que cuando ya estás acostumbrado y adaptado, lo que viene después es un poco psicológico.
Así que, Sandra, igual como les decía a mis compañeros te digo a ti: "a mal tiempo buena cara" (y te lo digo con una sonrisa).