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lunes, 2 de enero de 2017

De Jano y del año nuevo

Hoy es lunes y ha empezado un nuevo año. Año nuevo y vida nueva. Demos la bienvenida a este 2017, tras un 2016 que acabó tomando tintes de asesino en serie. Con la vista puesta en el año que se inicia es el momento de recordar el año que acaba de terminar. El año del BREXIT, atentados yihadistas, de la elección de... Donald Trump, de un sin fin de elecciones en España, de la baja laboral de... ¡Jordi Hurtado!, de la muertes de políticos, estrellas del pop, futbolistas convertidos en teólogos del balompié, escritores o de una princesa a la que no le llegó el tiempo, procedente de una galaxia muy lejana. 

   Y por fin acabó el año. El apocalipsis zombie no se ha desatado, ni se han retrasado las profecías mayas del 2012 para, a pesar de las perspectivas creadas, desatarse al final de 2016. Las campanadas volvieron a doblar sobre la puerta del sol (¡sin el hombre de la capa!) , el año nuevo ha llegado, y pasados unos días, se acabó el recuerdo. Volvemos al frenesí de lo cotidiano y al presente inmediato. 

Entonces, me veo tecleando frente a mi ordenador y mi mente vuelve a volar y relacionar mis pensamientos con Roma. Al fin y al cabo, todos los caminos vuelven a la ciudad prometida a Eneas. Es el principio y el final, una alfa y una omega. 

Al igual que el dios Jano, al que estaba dedicado este mes, como si tuviéramos dos rostros, uno joven mirando con esperanza hacia el futuro y otro anciano, con la vista puesta en el pasado, hemos vivido estos días de transición. Es una imagen evocadora, poderosa, no exenta de mística. A diferencia del dios de las dos caras, no necesitamos de ningún Saturno exiliado del Olimpo para hacernos con ese don, basta, en realidad, con atesorar y evocar a la memoria y a la esperanza. 



   Parece fácil conjugarlas, pero quizás no lo sea tanto. Como decía Gieco, en su, valga la redundancia, memorable canción: "Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la Historia".

   No es fácil mirar al rostro de la Historia o de nuestras historias, enfrentarse a heridas que se creen cerradas.Todos, creo, deberíamos tener algo de Jano en nosotros, tanto como individuos, al igual que como sociedad. Todos deberíamos saber mirar al pasado y también al futuro con esperanza.

 Parece mentira, pero yo pido más fines de años. ¡Sí! ¡Quiero más uvas y cotillones! ¡Dadme más cenas familiares!, si con todo esto, fomentamos a nuestro Jano interior. La introspectiva, la perspectiva, la retrospectiva... y todo lo que termina en IVA (bueno, ese es relativo), en un mundo que vive en clave de un presente que se queda obsoleto al tocar la pantalla del smartphone para leer la siguiente noticia. 

  Ahora que está terminando el empacho de dulces navideños y que los turrones y mazapanes se están agotando, seamos una vez más Janos, miremos al futuro, con la vista puesta en el pasado. Recordemos las palabras de Ovidio, en sus Fastos, en una conversación ficticia con el hoy mentado dios romano:


"-¿Qué anhelan los regalos, dátiles, higos secos, 
miel que destella en tarros blancos como la nieve?
-Son presagios que buscan que ese sabor perdure 
y que el año que empieza transcurra con dulzura."

   Que el nuevo año transcurra con dulzura. Feliz 2017.







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